Todos hemos crecido con la idea de que lavarse los dientes, comer sano, hacer ejercicio y/o dormir bien son fundamentales para llevar un estilo de vida sano y equilibrado. Aunque esto es cierto, no es la realidad que vemos. Este año se ha publicado un informe sobre los principales determinantes de la carga de enfermedad, realizado por la Dirección General de Salud (DGS) en colaboración con el Global Burden of Disease Study, en el que podemos leer que los 5 factores de riesgo que más contribuyen a la mortalidad en Portugal son:
- Hipertensión (13%)
- Hiperglucemia (11%)
- Dieta inadecuada (8%)
- Sobrepeso (8%)
- Tabaquismo (7%)
Así que permítanme plantear una pregunta: si todos sabemos que alimentarnos adecuadamente debería formar parte de nuestra rutina, así como concertar al menos una cita anual con nuestro médico para evaluar nuestra salud, ¿por qué la nutrición inadecuada sigue desempeñando un papel tan importante en el desarrollo de enfermedades crónicas y/o en la mortalidad?
La respuesta es mucho más compleja de lo que se piensa, porque tiene que implicar políticas de salud pública y comunitaria para que haya más medidas preventivas y resolutivas. Sin embargo, hay una respuesta que todos podemos dar y contribuir a cambiar nuestra salud individual, ¡y es poner nuestro granito de arena! Y aquí es donde las rutinas juegan un papel fundamental.
Nos enseñan a lavarnos los dientes todos los días (¡y eso es bueno!), pero ¿recuerdas el día, el momento y la hora en que esta acción se convirtió en un hábito? Posiblemente no, porque empezó cuando éramos muy pequeños y se llevó a cabo de forma continuada, hasta el punto de que no recordamos cuándo se convirtió en algo automático. Así es como se forman rutinas y hábitos sostenibles, iniciando y continuando la acción. Esto no es un sermón ni una lección, sino una invitación a la acción.
Las rutinas son importantes para todos nosotros, pero cuando te diagnostican una enfermedad crónica, y con ese diagnóstico viene un pronóstico, adquieren una importancia totalmente nueva. Porque sabemos que padecer una enfermedad crónica requiere cuidados. Cuidados como ir al médico regularmente para hacerse pruebas, a veces otras terapias como fisioterapia, fármacos (orales, intravenosos, biológicos, etc.), gestionar la propia enfermedad (como el dolor crónico, las constantes idas al baño, el insomnio, etc.) y nuestras expectativas individuales. Cuando te diagnostican una enfermedad «para toda la vida», sientes que estás en el suelo. No sé si esto te ha pasado a ti, pero a mí me ha sucedido algunas veces. Cuando era adolescente, las expectativas individuales eran mucho mayores en comparación con los métodos de tratamiento. Pero en una etapa más madura, te das cuenta de que si no pones en práctica ciertas rutinas, el dolor crónico puede intensificarse, o la movilidad ser más compleja, o los fármacos ser más y en mayor cantidad. Por supuesto, las rutinas no acabarán con los síntomas por completo, ni harán que la enfermedad desaparezca como por arte de magia, como tantas veces veo en las redes sociales: «cura tu tripa», «deja de sufrir esta enfermedad», «nunca más tendrás molestias». Sé por experiencia propia que estas «promesas» no te servirán de nada si no pones de tu parte, que es establecer tus rutinas.
No todos tenemos que beber 3 litros de agua, comer sopa dos veces al día, practicar deporte de competición y dormir religiosamente 8 horas cada noche. Esto es un mito al que tenemos que dejar de aspirar por nosotros mismos.
Si bebes 1,5 litros cuando normalmente bebes 0,5 litros: ¡vas por buen camino!
Si empiezas a comer más fruta y verduras a lo largo del día cuando antes no lo hacías: ¡sigue adelante!
Si haces ejercicio ligero o moderado tres veces por semana cuando antes eras sedentario: ¡enhorabuena!
Hace falta valor para cuidar de nosotros mismos, de nuestra salud, de nuestro cuerpo y de nuestro bienestar. Muchas personas quieren cambiar sus hábitos pero no pueden. La voluntad de cambiar es importante y a menudo está ahí, pero luego falta el valor para dar el primer paso: practicar cada semana, con constancia y perseverancia.
Desde que empecé a trabajar casi exclusivamente con enfermedades crónicas, autoinmunes y gastrointestinales, me he dado cuenta, cita tras cita, de lo mucho que trabajan mis pacientes. A menudo llegan a la consulta sintiéndose muy frágiles, tanto física como emocionalmente, y durante el asesoramiento nutricional me reciben con sonrisas. Sonrisas que reflejan el esfuerzo, la comprensión del proceso, el logro de obtener por fin resultados positivos a partir de nuevos hábitos, nuevos conocimientos sobre su dieta, su intestino y tantas otras cosas. Es el poder de la rutina en acción. Cuesta. Al principio cuesta mucho, lo reconozco. Pero como les digo a todos mis pacientes, al final el esfuerzo merece la pena.
Uno de los factores que más me cuesta gestionar es la falta de organización y/o planificación de las comidas y la diversificación de verduras y frutas a lo largo de la semana.
Además de las consultas, Nutrisciente® dispone de muchas otras herramientas para ayudarte a establecer estas rutinas alimentarias. Aquí te damos dos sugerencias:
1. El curso online «Fiambreras saludables» para ayudarte a organizar y planificar tus comidas semanales, así como la forma de prepararlas y conservarlas (sólo disponible en portugués);
2. Guía de consulta para usuarios que practican la dieta baja en FODMAP (sólo disponible en portugués). En esta guía encontrarás una lista de la compra, mucha información, una lista de alimentos vs FODMAP y es una gran ayuda para la 2ª y 3ª fase de la dieta.
No pospongas tus rutinas. Es urgente establecerlas.
Con cariño,
Sara Barreirinhas
Fuentes:
- Habitos alimentares inadequados, excesso de peso e outros factores de risco metabólico formam os principais determinantes para a carga da doença; GBD Study (2024): https://nutrimento.pt/activeapp/wp-content/uploads/2024/05/GBD-2021_PNPAS.pdf
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